El Prójimo en El Islam
El Profeta dijo: “No es creyente aquel que come hasta saciarse, cuando su prójimo tiene hambre”.
“No es creyente aquel cuyo prójimo no esté a salvo de su mano y de su lengua”. Y “no es creyente aquel que no desea para su hermano, lo que desea para sí mismo.”
De hecho, de acuerdo con el Sagrado Corán y las Tradiciones proféticas, el musulmán debe cumplir con su responsabilidad moral, no sólo con sus padres, parientes y vecinos, sino con toda la Humanidad, los animales, incluso todo el ecosistema. Por ejemplo, no está permitido cazar pájaros y animales por el mero placer de cazar, o hacerlos sufrir por diversión. De la misma forma, está prohibido cortar árboles y plantas frutales, a menos que exista para ello una necesidad muy apremiante.
De este modo y basándose en estas características, el Islam crea un sistema moral elevado, gracias al cual la Humanidad podrá alcanzar todo su potencial. El Islam purifica el alma del egoísmo individualista, de la tiranía, de la vanidad y de la indisciplina. Crea hombres y mujeres piadosos y devotos a Allah, leales con sus ideales, cultos, llenos de bondad, generosidad y disciplina, que no se comprometen ni con la falsedad ni con la corrupción.
El Islam induce sentimientos de responsabilidad moral y fomenta la capacidad de autocontrol. Genera solidaridad, hermandad, misericordia, simpatía, paz, desinterés, ecuanimidad y veracidad escrupulosa respecto a toda la Creación y en todas las situaciones.
Nutre las nobles cualidades de las que únicamente se puede esperar el bien. Participa y coopera en resolver los problemas económicos y políticos de la Sociedad.
Tiene que amar a su Patria y respetar sus símbolos sagrados. El musulmán debe recordar que el Profeta fue muy claro al afirmar que: “El amor de Dios se complementa con el amor a la Patria.”
El musulmán debe siempre mantenerse en el camino de la purificación y elevación del alma, para no volverse un esclavo de sus propios deseos y pasiones. Allah ha alabado a aquellos que contienen sus deseos y se juzgan a sí mismos: “¡Bienaventurado quien la purifique! (al alma) ¡Decepcionado, empero, quien la corrompa!” (91: 9-10).
El ser humano en general y por consiguiente el musulmán, no es perfecto ni infalible, y por ello comete equivocaciones y pecados; pero a pesar de ello, el musulmán debe combatir su ego para apartarse de todo lo malo. Cuando es vencido por los deseos y comete un pecado, no debe perder la esperanza en la misericordia de Allah, sino que por el contrario, debe volverse a Allah arrepentido; debe culparse por la desobediencia que cometió y purificar su alma, para no caer en el pecado nuevamente. El arrepentimiento sincero tiene tres características:
1. Huir del pecado.
2. Lamentarse de haberlo cometido.
3. Poseer la firme determinación de no volver a cometerlo en el futuro.
Cuando un musulmán se arrepiente sinceramente, Allah acepta su arrepentimiento y perdona su pecado. Dice el Corán: “¡Creyentes! ¡Volveos a Allah con sincero arrepentimiento! Quizá vuestro Señor borre vuestras malas obras y os introduzca en jardines por cuyos bajos fluyen arroyos” (66:8).