Intolerancia y fanatismo
Hoy en día, la fe y la entrega por la causa de la verdad y la justicia parecen, para el hombre ‘postmoderno’, algo del más remoto pasado, algo enterrado en libros de historia que hablan de mártires y santos, una condición abandonada por el ser humano. No es extraño entonces que la cultura occidental, tan alejada ya de los valores sagrados y trascendentes, tan apartada de Dios, vea como ‘fanatismo’ y ‘locura’ toda entrega sincera por la fe, todo sacrificio en aras de la verdad. Un ser preocupado sólo por sí mismo, por sus intereses inmediatos y materialistas, no puede comprender que otro hombre se sacrifique por un ideal de justicia, o que luche para liberar a sus hermanos de la opresión, o que someta a sus pasiones y no se entregue a las bajezas que degradan su condición humana. Sin embargo esto no puede justificar al terrorismo, que es el ataque injustificado, sobre civiles indefensos e inocentes. No existió ni existe cultura más justa y tolerante que el Islam. Prueba de ello es que aceptó en su seno y protegió a los devotos de otras religiones, que prosperaron siempre bajo su gobierno. Baste como ejemplo el caso de los judíos, que siempre vivieron tranquilos en territorio del Islam y perseguidos y violentados hasta asesinarlos en los países cristianos: Es importante mencionar el período de la España musulmana, Al-Andalus, en que tuvieron un florecimiento notable de su filosofía y estudios religiosos; como también en la Jerusalén Musulmana y en el Imperio Otomano. Ejemplos adicionales sobran. La cultura occidental es altamente discriminatoria y no dejan de presentarse en ella, de tanto en tanto, serios brotes de racismo: ‘Negros, ‘judíos’, ‘moros’, ‘extranjeros’, ‘hispanos’, indios, latinos, etc., son objeto de la discriminación. Es una cultura egoísta, en donde la tendencia es a separar y dividir; no hay hermandad ni una concepción universal del ser humano; incluso se perseguía a seres de la misma fe, pero de distinta raza. En el Islam, en cambio, siempre han convivido todas las razas en pie de igualdad. Dijo el Profeta: “Los musulmanes son hermanos entre sí”. Y afirmó también: “Todos los hombres son iguales como los dientes del peine del tejedor; no hay diferencia entre el árabe y el no-árabe, entre el blanco y el negro, excepto por la piedad” destacando que la única nobleza es la espiritual.
El Sagrado Corán es perfectamente claro cuando establece que la fe no se impone por la fuerza, sino que se evidencia por sí misma a la razón y el corazón del hombre: “No haya imposición (coacción) en cuanto a la religión” (Corán 2:256).